jueves, 10 de mayo de 2012

Cuando el enemigo somos nosotros mismos

Hace unos días leí este artículo de opinión en Infoagro, revista con información técnica agrícola que recibo periódicamente y que consulto en relación con la olivicultura y el cultivo de aceitunas. De esta forma, al leer el artículo de opinión que a continuación detallo, me ha parecido interesante divulgarlo a través de este blog. Muchos nos hacemos las mismas preguntas que el autor para la aceituna de mesa

Llevamos tiempo quejándonos del precio del aceite de oliva, se han pedido medidas a Bruselas para que financie que una parte del aceite se almacene y deje de estar en el mercado por un tiempo, se ha acusado a las empresas de la distribución y grandes centros comerciales de utilizar la venta “a perdidas “con este producto, se han realizado denuncias, se han hecho conferencias, artículos de opinión, estudios sobre los costes de producción, manifestaciones y todo ello sin aparentes resultados.
Pero habiendo influido todas esas circunstancias en el precio ¿son esas las verdaderas razones de los bajos precios del aceite y de la falta de rentabilidad en el olivar?
Es cierto que en las últimas dos décadas se ha mejorado las técnicas de producción y extracción del aceite de oliva y que en la actualidad en España es de una calidad media muy superior a la de antes
Es evidente que si, el tanto por ciento de aceite virgen y virgen extra que se obtiene sobre el conjunto de la producción, es sensiblemente más alto en todas las regiones productivas y nuestras calidades medias están entre las mejores del mundo.
¿El mercado del aceite es un mercado de grandes excedentes donde la producción no se vende y se acumula año tras año sin encontrar consumidores internos o externos para consumirse?
No, eso no es lo que ocurre. Si bien es cierto que la producción ha aumentado y se ha estabilizado de un año para otro como consecuencia del mayor número de hectáreas de regadío, el consumo también, lo que hace posible que todo el aceite producido se venda.
¿Vendemos en origen a un precio inusualmente alto, al cual es imposible acceder por una buena parte de los operadores comerciales y de los consumidores? No, precisamente vendemos muy barato y nos quejamos de eso, mientras que en muchos casos, otros obtienen una buena parte del valor añadido de nuestro aceite por medio del precio final que pagan los consumidores en España, Italia y otros países consumidores del mundo.
¿Tenemos otros países como grandes competidores capaces de producir mejor, más barato y con más calidad? Globalmente no, aunque nunca hay que menospreciar a la competencia de fuera y sobre todo a la competencia que nos hacen con aceites de peores calidades y con “mezclas varias” que no deberían permitirse por las autoridades.
Si hemos hecho en el sector olivarero y de producción de aceite un gran esfuerzo tecnológico y financiero, si tenemos un producto de muy buena calidad a un precio competitivo, si estamos en un mercado mundial que no es excedentario y si no hay verdaderos competidores que puedan hacernos temblar ¿donde esta el problema? ¿Por qué no obtenemos rentabilidad?
El problema, lamento decirlo, somos nosotros mismos. Vendemos barato porque entregamos el producto cada año al precio que nos quieren pagar y no al que negocian con nosotros. Simplemente vendemos barato por que hemos decidido no esperar a vender más caro. La verdad es así de simple y de ofensiva para la inteligencia y para que nos replanteemos nuestro comportamiento como sector productor.
Es muy probable que las soluciones a la problemática actual de este sector, no sean tan simples de aplicar como analizar lo que ocurre, pero quizá valga la pena preguntarnos, porqué ocurren las cosas que nos llevan a la situación actual, donde no queremos estar y qué podemos hacer para evitarlo.
Una PAC que refuerza la competencia desleal entre agricultores.
Una Política Agraria Común PAC injusta ha garantizado la competencia desleal entre olivareros haciendo posible que unos productores que tienen explotaciones de regadío, o en zonas de vega, con buenos olivos y altas producciones, cuenten además con un importante “colchón” de ayuda por hectárea acoplada a su subvención PAC anual.
Frente a esta realidad, hay otros olivareros de secano, de olivar tradicional, productores en laderas o en comarcas donde el olivar cumple una importante labor medioambiental pero no tan productiva. De estos últimos olivos se obtiene muy poca producción y escasa o nula rentabilidad y el llamado “colchón” de la subvención por hectárea, no existe o es irrelevante (en lugar de ser mayor, para compensar lo que el mercado no puede compensar).
Este hecho ha permitido a unos productores y a sus cooperativas vender barato (si se suma la subvención obtenida) no perdiendo dinero, mientras que otros productores han perdido ya hasta la camisa. Por todo ello, en esta nueva PAC que se avecina, deberían revisarse todos esos conceptos.
No podemos culpar, al menos del todo, a las autoridades comunitarias de la aplicación de la actual PAC en este sector, ni de sus consecuencias; sobre todo si tenemos memoria o si nos remitimos a las hemerotecas para ayudarnos a recordar cuantos y con cuanta pasión defendieron que se aprobara lo que ahora tenemos. Encontraremos en muchos casos las mismas personas e instituciones que ahora se lamentan del resultado de la aplicación de lo que defendían y cuya aprobación tanto aplaudieron.
De la misma forma que la panacea, para el sector, hace solo unos meses decían que era la aprobación comunitaria de la medida para almacenamiento privado; cosa que en su momento no compartimos y sin embargo día de hoy los mismos que la pedían como gran solución reconocen que no lo es tanto.
Miedo escénico al mercado y falta de dimensión económica.
Un dirigente político venido a menos y que no viene al caso citar ahora, decía hace unos años que mientras que las cooperativas vendan el aceite en botellas de plástico como si fuera lejía y los italianos en botellitas de cristal, minúsculas, caras y atractivas, como si fueran de perfume, los productores españoles no tendríamos rentabilidad ni solución. Algo de razón tenía pero no toda, ya que una buena apariencia del envase de lo que se vende es importante, pero no lo resuelve todo.
Vemos como algunos dirigentes de cooperativas olivareras están más preocupados, porque la cooperativa del pueblo de al lado no venda antes y mejor que la suya, que por cualquier otra cosa. Otros tienen una gran preocupación, no sea que al pedir un precio justo el comprador, este le castigue no adquiriendo su aceite, porque tiene otros sitios donde comprar (que normalmente son otras cooperativas de la zona).
Estas estrategias solo hacen “el caldo gordo” a los industriales que compran y a la distribución y si tenían una cierta lógica hace 30 años, en el momento actual deberían estar obsoletas y son ridículas.
Entiendo que la inmensa mayoría de los dirigentes de cooperativas quiere que la situación cambie y espera una oportunidad real de hacerlo, a la vez que quiere mantener su empresa, pagar sus inversiones y dar una rentabilidad al socio, cumpliendo con su función. Tampoco nadie desea acabar desprestigiado ante el resto de sus convecinos, a los que cada día tiene que ver como así ocurre en la mayoría de los pueblos.
Se de buena mano, que tanto la dirección estatal de la Organización de las Cooperativas como el propio Ministerio van a hacer una apuesta fuerte por aumentar el tamaño y la dimensión de las empresas cooperativas. Se pretende favorecer la toma de decisiones en conjunto y apostar por aquellas que estén dispuestas a pensar y ejecutar modelos que tengan “el tamaño” suficiente para poder hacer un papel protagonista en el mercado. Lo celebro y encontraran en ese proceso, si se hace con participación y transparencia, toda la colaboración y el respeto de nuestra organización.
No pretendo con mis opiniones culpar, ni mucho menos, a las cooperativas de los males del sector del aceite, las cooperativas al final están formadas por nosotros los agricultores y son nuestras empresas. Pero si somos serios, a la vez que somos capaces de denunciar a los enemigos de fuera del sector agrario; tenemos que ser capaces de reconocer nuestras propias equivocaciones.
Por muy cómodo que pueda parecer que los demás siempre tengan la culpa de todo lo malo que nos pasa, un poco de humildad para analizar nuestros propios comportamientos y aprender de nuestros errores estaría bien. Aunque solo fuera para no seguir cometiéndolos y con ello poder mejorar nosotros mismos, nuestra capacidad de negociación, nuestra propia autoestima como sector y ¿por qué no? también mejorar nuestro nivel de vida que bien merecido lo tenemos.






¿Qué opinan de estas reflexiones?

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